Era yo la calada manzana dulce
paladeada en tus labios inevitables
libando mis pasiones
hasta el grifo del jugo y su grito/
Peleaban en tus canales
de estacionada bodega,
la madura uva
y el sensible clavel por tu aroma/
Pero masticaron sus sabores atragantados
cuando interno mi cuerpo de buzo ciego
en tu primordial arteria
y les clavo dos ojos de lanza trepida torios/

Entonces caía la tarde

en tu cuerpo de patio anfitrión.

Amada y bella...
Tu mirada fue ecuación
de los signos astrales.
Gritaban tus hebras de cabello
canto de saloma con pasión
cuando ya no cantaban
la voz de los violetas tulipanes y
sobre tu jardín sonoro,
cargado de metales,
rasgaba mi deslumbrante guitarra
de ocho cuerdas en tu nombre.
Bajo el canto de tu huella
mientras la flor universal
tarareaba su melodía
y en palabras bellas
bajaban del cielo constelado
besos nonatos,
honrando mi amor tu umbral.


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