miércoles, 11 de enero de 2017

CAUDALES DE FRUTOS



Caía la tarde lóbrega
como una dulce mano
a rozar los tejados,
con hilos de aguaceros,
algodones y plumas,
obsequios del universo
que sus joyas le donaba.
Parecía un concilio de aves
en los delicados brazos del viento,
mecida en la cintura
de ramas claras
con hojas de lana borrega.

Un beso sutil de agua trémula
cual si el sensible cielo lagrimeara
esferas diáfanas
destinadas a  disipar velos de bruma.
Un lento bullicio
húmedo diluido en los poros de la tierra,
donde los surcos torrentosos
son caudales de sangre que alimentan
la madurez de los frutos en el planeta

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