Tras el duplicado
cristal de torre alta.
claustro de
oficina, local mercenario del alma.
Persigo la
conquista del marco y la ventana.
Pasa una paloma
en parapeto sin poder tocarla.
Cerca de las
metálicas caravanas
el florista
reparte alegres ramos amantes
Y yo...
yo licuado de
grises que infectan los poros y
acortan la
compañía de la prosa en diálogo.
¿Cómo arrimar un
verso titilante con los ojos inflamados?
La permanencia
del color se conjuga uniforme,
Hasta el ápice de
la tolerante roca.
Escritorios,
sillas y paredes van cegando mis ojos de monotonía.
Quizás cuando
salga del tiempo de las
paredes
alfombradas y la prisión de la hora,
el oscuro haya
teñido los árboles,
o crea que mi
mirada es presencia ilusoria
o mis ojos ya
perdieron su espacio de orbita y
halle dos peces
muertos en sus huecos,
el salvavidas de
la libertar colgando de la terraza
petrificada del
camino del suicida,
o el marco
rutinario de la ventana aburrida,
con los sueños
desmembrados y obsoletos
como el mármol
quebrado de una plaza.
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