Antes de ti amor,
fui el vacio de las
calles
caminando con uñas
largas,
y lentejuelas frágiles.
Signo de cosas sin mote,
la palabra venturosa
extraviada
en diques de aguas
frías,
dolientes pasajes de
proxenetas y damiselas
donde la noche concluía
sin azahares.
Era el cinturón que no
ajusta su abroche
en esos adoquines
cenicientos de madamas.
Hachas bajo filo de
estrellas cercenaban tiernas palabras.
Pero te conocí amor,
con los gajos de mi piel
destrozada,
la giba perpetuada en la
espalda.
Fuiste el fuego de la
tierra calurosa
que subió triunfante
hasta mis venas
una luna constelada de
fresnos
y de lanas en cobijo,
antes el inviernos era
rilar de hueso
hasta que me enseñaste
las virtudes dinámicas
del viento
en el jugo del racimo
que llevas por boca,
obertura de espuma que
brota.
Me cultivaste la
prevalencia del tacto,
el mirar de renovadas
ventanas
con tus ojos celestes
que resguardan
el secreto de las llamas
azules del candelero.
Fuiste el cáliz divino
de mi copa,
la llave del clímax que
no se nombra en púlpitos ajenos,
burbuja de racimos los
poderes de tu aliento
adivinaron el camino de
la vendimia.
Construiste del fango
torres de nubes
descolgando urdimbres de
terciopelos.
Antes de ti ni el verano
traía regalos.
Todo era pobreza de
jardín sepultado,
mis pétalos
desvencijados se consumían sin tu continente a mi lado.
Hoy hasta la arena de la
vida, frescor de viento omnisciente
y entre la tierra y su
simiente…
Tu amor,
plantaste vida al ocaso
de mi frente
obsequiándome el terrón
cercano
que trae panales de tu
boca hasta la textura del piélago.
De la fragancia de tu
piel me enamoré,
tórrida fragua, tu
derretiste este glaciar ártico.
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