Conozco
estrechos pasillos
con
forma laberíntica,
angostas
calles sin aceras
donde
mujeres de vestir estrafalario
transitan
la obertura de muros que han suspirado.
Barrancas
que caen al rio ancho de la Plata.
Bajeles
anclados desde tiempo de corsarios,
esfuminadas
paredes de acuarelas,
boinas
verdes de bohemia
y
la inclinación de la luna hacia la taberna.
Aquí
el jadeo es parte del aire
y
el glamur barato oferta
la
subasta de billeteras gastadas
hasta
la última moneda ahogada
en
botellas y muslos ajados.
Urdidos
placebos de meretrices vestales/
En
esta ceñida arteria no hay vidrieras,
las
farolas son sombra de velas
donde
se insinúan siluetas trepando
peldaños
de hoteluchos desvencijados/
Incienso
de margaritas, cultivos de burdeles apilados.
Distanciadas
comisarias pasean solo en la feria
de
uvas llenas la ebriedad se estrena/
Cornetas
entre hendijas de barrotes suenan
a
lánguido soplo de borrachera.
La
congestión horaria se diluye al alba
donde
la compañía es grisura solitaria,
la
estrechez del empedrado se fatigó de huellas,
marcas
de viejos tiempos en ringleras
rejuvenecen
cada hora en perplejas siluetas.
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