El
paraje de Médanos es arenoso y plagado de yarará,
una víbora muy peligrosa.
Queda
unas leguas cercanas a Ceibas.
En la provincia de Entre Rios. Argentina
En el
campo caminé el reino de la vieja “guapa”.
Allá
donde las nubes se juntan pá algo más
que la
lluvia y pal barro,
se hacen
de papel y testimonio de paso alejado.
Clavados
vi sus dedos en surcos de pala apadrinada.
Hasta la
sangre mas profunda de la tierra...
La
tierra, en medio de la nada, seco oasis en páramo,
Desértica
arena donde se juntan la rebelde arcilla amarga
que
combate con el molido mineral la disputa del charco,
Allí
donde lo agreste se topa
con la
zapa ocre de raspar la piel magra del abajo
y el
aire puro anda con la rubrica de la espuma hinchada.
En el
breve reposo
la vieja
baja su copa de grapa tan alegre
que
festeja cada día un brindis de año nuevo.
Choca al
aire su grueso vaso con el cáliz de la naturaleza.
En un
plano de tres cruces se mezclan la árida greba
y vaya a
saber por que motivo
las
guampas de un ruano pisan la floja alfombra
y el
desierto de arena anda entremezclando su lengua.
de
terreno y espinilla sedienta.
Ella
trae tanto trajín pasado que las arrugas se
le
metieron entre los pechos,
la voz
del cansancio escondida tras su sombra
lleva
los retoños de pájaros caídos en el viento
y cantos
de vuelo por su frente partida, sabedora del hambre/
Sigue su
vigor de vigilia en el campo la vieja
con la
fuerza del robledal que sed no se queja,
ahí le
pregunté al ñandubay...
¿Pá que
sirve la cara lozana si es apariencia
al lado
del cubil en que el alma guarda su fortaleza?
¿Pá que
sirve contar años si se sale cada vez mas asnao?
Ella
acoplaba el sol aunque pá dentro miraba sus sombras
Tenia
los ojos tan... tan gastaos de mirar la vida
con
bravura
y las
manos de juntar apagadas luciérnagas de farolas
tan
tieso el mirar de polvo amarillo
que la
vena de su cornea parecía la piedra desconocida.
Ella
vive la sangre usada en cada momento y
no se
cura como el enfermo citadino con el temor ajeno.
Allí los arroyos se hacen hembra
pá la
sedienta lengua de los potros
y el
viento sopla los pastos con relincho de nodriza.
Las
aguadas evaporan construidas nubes al aire
y andan
las mañanas teñidas de blanco y a los brincos
mientras
el mateado se hace tiempo de fogón al albita.
La vieja
erguida en monumento de sal dura
lleva
los tiempos de la cosecha en la mochila doblada de la espalda.
Las
manos ajadas reposan el tiempo en su rodilla.
Quizás...
Quizás
las víboras de los médanos errantes de Ceibas
ennegrecieron
los paisajes nuevos y
de tanto
arrimar al fuego el madero del leño
se quedó
con la distancia de un amor inocente o
secó sus
cuajos con paciencia caminando el desierto navegante.
Aprendió
el idioma de la arena vertical en los medanos-
Con
ellos habla por la tarde pá desembarazarse del silencio,
andaba
tan preñada de luces sin recuerdo
que
llevaba los pechos caídos como la tristona rama del sauce,
tan
hundida de cuello que los hombros se juntaban con la lengua/
Pá que
preguntar dónde guarda el silencio
y los
ojos de zaino maniao que miran pá dentro.
Quise
preguntar por su alma de recuerdo,
pero pá
que clavar más chuzas en la carne herida sin sentido
ni
deshonrar al silencio cantando con voz agria
si vi
que trotaba su cuerpo sin vergüenza...
Cuando
levanté la vista
ahí
cerquita del ocaso
había un
puerco con conciencia y
galopaba
sin vestido un ruano
y de la
majada...
de la
majada noté su ausencia.
Más vale
tiré la letra tinta de la milonga
por la
sucia apatía del destino por la boca del escusao,
cargué
mi mate amargo de curada poronga
mientras
la vi flamear su tiempo en nubarrones de siglo
con la
sana ignorancia como testigo y
los pies
pegados a la tierra como alas duras
de una
calandria atestada de vino.
Me supe
tan mínimo a su sangre de abismo
que en
la ultima carreta del viento,
trepé
temprano con mi cuaderno de aprendido,
la
lección de vida en mi memoria se ha sellao
recordando
la vieja guapa en su arena de único destino.
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