En la textura de tu pecho
hay un oleaje creciente
que trae maderos de fuego,
espuma que fosforece en tus sienes/
Tengo un monólogo abierto
de cumbres,
la necesidad de abarcar
las bases de las esferas/
Quemar las velas de mis naves
antes de escalar su cúspide
en un abra mínima se adelgazan
Mis dedos en la forma de sus cimas/
Mis labios son cráter
de torrente que explota.
en la erección de dos cristales.
Hijas del ciruelo,
en la extensión del tiempo
sin prisa avanzan mis labios a sus frutos/
Miro ese universo de felicidad
y en tu semblante hay muecas
que viven el desborde de la tarde,
como esa luna anticipada
con color de harina que
parece trigo nocturno.
Entramos al tiempo de la espiga
y los surcos rajados
de tu cuerpo/.
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