No
insistas
en
este gélido intervalo
En
acomodar los cumbres
Heladas
de fugaces
mañanas.
No
proyectes imágenes
en
soledad que vaga.
Mi
silencio no sucumbe
a
interpretar el protagonismo
de
la nada.
No
imagines escabullirte
en
mi sueño
para
que despierte
al
alba,
con
dos soles de oro
clavados
en las pupilas
sin
asombro.
No
inventes sombras
tras
las sombras ni
restaures
espejos
de
vidrios trisados,
Ni
enciendas la tea del huerto
porque
soy difuso humo
en
la extinta conspiración
de
tu momento.
Me
carcomiste hasta los huesos,
desprendiendo mi mano
como
una bolsa de harapos.
En
la aceptación de lo yermo
ya
no invadas mis comarcas,
fenecieron
antiguas ascuas
en
la finitud del espacio que duermo.
Ya
eres paisaje sin sustancia
que
no reclama la sed de mi cuerpo.
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