Cuando llegas la tarde se fuga hacia el poniente,
al camino remueves hojas de otoños que al aire
palpitan
sobrevuelos de tonadas armoniosas en una nota que
arrastra el viento
soplando pinares que se inclinan al territorio de
tu frente.
Contengo el ansia de fundirme en tus labios
porque
sin tus labios crepusculares no hallo mi boca
y se desdibuja la pulpa de tus cerezos.
El aire es un lápiz
que traza las líneas de tus gajos,
la densa silueta voluminosa pintando de rojos tus
belfos.
Un revuelo de plumas sonoras indica tu llegada,
antes que tus pies
entren por la puerta tu amor entró por la ventana.
Los cuerpos de riscos y honduras se encienden en un solo
pábilo
al calor que la pieles abrasadoras se desmantelan sin pausa.
El instinto llama y los cuerpos tácitamente acatan
la fusión del rito ancestral en un combate de sábanas,
trazamos senderos por la planicie del tálamo
hasta que un destello despierta con el alba.
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