Hay
una canción que canta
el
profundo azul de ultramar,
una
lengua de sal penetra las murallas
del
arenal,
sobre
una dormida caracola
la
solitaria poetisa procesa su andar.
Llega
a los canales profundos
su
dolor de puñal.
Se
hunde con angustia
su
voz que calló penas de indigno amor.
Un
cántaro salino absorbe su sonámbulo mirar,
Un
istmo de espuma
roza
el mineral y vuelve la muerta sirena
en
ráfaga peninsular.
Una
pluma de albatros recoge su mano
y
traza nuevos versos con perplejidad.
Fluorescentes
algas marinas
y
diminutos hipocampos del océano
traen
su cuerpo lastimado del andar.
Una
lámpara submarina enciende las olas
con
lentejuelas de soledad,
se
viste de transparencia la poeta dolorida
con
tules de ensueños que dejó en la pleamar.
Es suyo el sollozo gimiente de palomas,
un soplo de fuego apagados en las
fontanas.
La
luna triste se abanica sin barandal,
la
canción melancólica rasga la guitarra
un
sonar apagado de campanas
resonando
como un trueno de hojas.
Vuelve
ella con sus nanas,
tanta
congoja de desilusión no cabe en su percal.
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