El bullicio de la ciudad se
apaga
en copas arbóreas de
linternas informes
La luz es látigo de rayo constante
De plata nocturna su brillantes
candilejas
Fuente de lumínicas farolas
transitan las calles
Arde la pira sobre la opacidad
de briznas avizoran
estrellas de choque
reviviendo auroras.
Progresan urdidas minucias detalles
de tajamares.
enmudecen trabéculas óseas desfallecientes
antes de trasvasar los
pórticos del sepulcro,
gavillas del vicio adentran
en la noche con cuchillas.
La ciudad despierta la
crueldad que del semblante
como quien descubre su sombra
en sueños ajenos
deambulan anestesiados pedestres
transeúntes,
hora de altos picos en
madrugar de barbarie
alertan sentidos débiles
caminantes.
Paso a paso a la fila del colectivo,
tráfago de oneroso peaje
sucesos de horrendos hechos
en irreflexión salvaje
No hay amnistía en la foresta
crucifixión brutal,
ni arquidiócesis de rezo en
la espesura de sudor fatal.
Un repique de campanas alerta
clarines de quejas silentes
forcejeo de estrellas ocultan
efímera luminosidad
de pabilos, en los lámparas umbrosas
zigzaguee la flama
distintos rumbos llevan sus
pensamientos de anclaje,
antes que amanezca al pie del
cañón el vértigo es ritual
de colofón, crujen baldosas de
esqueleto alabastrino.
Fricción urbana nominan disciplinados eruditos,
en bizarro paisaje solo la pólvora
o el sable sobreviven,
la carne es desecho, el abuso
violento es diaria rutina.
Colmillos desaforados
causales de expoliación temblorosa
ruedan inestables los cauchos
neumáticos del transporte.
Demencial hierro degusta la
acción inicua,
sin tiempo de reflexión a
puro instinto hipnotizado
rugen por dentro la caterva
insensible ejercita su malicioso arte.
En el recinto donde se
asfixias neblinas
el rigor humano solo conoce
la velocidad de la entrega.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS
TEJADOS- a publicarse julio 2019 - Ed. PALIBROS - N.YORK - EEUU
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