En este día de venturoso vino
nadie vino a visitarme.
Nadie pregunto si desde el
alba
he visto la progresión de la
tarde.
Si he visitado las ramas del
racimo
o si en una procesión de
luces calmas
trasvasé el umbral del
pórtico,
mi esqueleto es un vacío
carnal
y las órbitas prestadas por
la vida
han visto pasar mil rostros
vencidos
echando de menos paisajes
barrocos.
Perdidos en la vetusta
biblioteca del alma.
bate alas el viento y el
palpitar yace tieso.
Nadie preguntó mi despertar
en la almohada
o si el sol se ha prendido
del pinar.
Briznas de lenguas broncas
tañen campanas
que rugen su falsete tímido
en el mar
y van perdiendo su arrojo
audaz.
Algo de mi expira en un
varaseto de soledad,
inciertos hilos en huecos de
glaciar,
la cavidad solitaria es albergue cenobita
y la grisura tardía no
contempla evasivas
que al cariz grave se van a
hospedar.
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