Extendida alfombra
hasta tus pies
rodaba el mar
topacio vivo,
La luna pescaba gráciles
constelaciones
y la tarde se
envolvía en papel rosa crepé.
Asombro de duna en
pico contemplativo,
el sol bajaba
penachos áureos de voces,
y sobre el lomo clandestino
el crepúsculo poniente
gemía en mareas que
narcotizaban los sentidos.
Internada ya en su horizonte
hidratados cultivos
de ababoles regaban
sales de playa
donde dormían
dulces suspiros de tu alma
ascendiendo
ramilletes de plata en desvelo.
La faena gigantesca
elaboraba tu cabello,
deslizaba rampas de
sueños celeste internos
explorando mis parques establecías los parrales del vino.
Te hacías mariposa
de fuego al vuelo del oriente,
cautivando todo el
polen entre la arena y el cielo,
cuando la brisa
marina te golpeó contra mi pecho,
azúcar morena,
melaza blanca del oro en los fanales,
en esta
correspondencia de tigres amantes
el lento palpitar de tu melena dilata mis regueros,
dulce miel de
estirpe roja, en la pureza infinita
de tus labios
seductores muero
y cada vez más
cerca estos escotes frontales
las olas bailan al
resalto de los costales.
Tan dispuesta raya
de luna, recostada boca Prístina
al menester de mi
pulso respondes cuando mi piel te solicita.
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