Nos
asediaban como hierros los cabellos hirsutos
del
atormentado pabellón del viento. Amenazas de aguas
ocres
en la congestión del rio. Todo era ola de océanos profundos
que
nos sacudían a mazazos. La esfera del tiempo abrió fauces
presagiando
acre incertidumbre con estrépito de rayo iracundo.
Pero
éramos arena de reposo en el canal de la sangre,
De
venas azules y brazos ebúrneos bogando sobre el cauce.
Líneas
verdes, lilas y azahares dibujó la gaviota.
Gemelos
del amor en la transparencia del agua pedregosa.
Dos
alas en un mismo de cuerpo de paloma. En esta planicie fluía
la
paz vertiginosa. Miel de corales y abejas topacio zumbando
delataban
el nombre perlado de la naturaleza en nuestras manos.
Volvimos
cargados de iridiscentes violetas y mujer crisálida,
tu
mirar adivinaba los quehaceres de estrellas noctámbulas
cuando
el ojo espía en plenilunio en vigilia nos celaba.
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