Antes
de entrar a los Elíseos despójate del dorado,
deja
que tu pálida frente sea besada por las moras
nocturnas,
sumida la noche ebria de violáceas purpurinas
no
hilvanes rosarios con pegajosos hilos de telarañas.
Pues
a las sombras con peonías su blanco telar regresa
con
renovado espíritu somnoliento te llenarán de melancolía.
Tu
alma tendrá el poder del beso del amor intacto
y
perdurarán aromosos jardines con rosas Isabelinas.
No
entres de puntillas en los páramos de espinas expuestas,
dibuja
con sales un arco iris de enarcada peonía,
olas
de rulo traerán espuma de pleamar con azucenas tempranas
contenidas
en esa hermosa boca que te llenará retozando.
Esboza
un adiós grato con una palma de abeja y una mano cristalina,
esa
belleza amada pintará colores naranjas en tus ocasos.
Toma
con fuerza grácil la virtud interminable de su ternura
hasta
que el cielo truene y el agua transversal de la lluvia
lave
la bruma y resalte el alegre rostro peculiar que la habita.
Será
su lumen el fuego que ilumine los templos holgados
y dos
columnas de numen volarán las alas de tus cisuras
cuando
de melancolía te colmen los labios rojos de edulcorada espesura
tu
aún caliente corazón repicará sobre los campanarios,
cuando
se cierren los cerrojos de bronces repentinos
vagará
tu imaginario en la sensación Prístina, la copa rebasará de frescura
oscilando
entre lo doliente y lo plácido de los sentidos,
reposando
en los rellanos la uva fatal de sus comisuras otorgadas,
tu
boca será besada con podagras memoriosas de su encanto.
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