El
rigor del invierno
se
deshacía en mis manos
como
un frío pétalo de frágiles cristales,
entonces
la primavera se vestía
con
relucientes ropas en los valles,
colmenares
de estío
derrochaban
miel en los panales
y
el sol diluía gota a gota
dulce
brebaje en sus frutos labiales.
Ella
se formó en todas las estaciones
del calendario.
De
trigo áureo su cabello de oleaje,
de
hojas amarillas su vientre estepario,
y
abalorios purpúreos sus simples collares,
En
las palmas de mis manos cabe
toda
la arquitectura de su silueta grácil,
y
cuando a veces abatida cae
mis
dedos la suben hasta los labios
y
la cubro con besos halagadores
que
a ninguna mujer le he entregado.
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