LA PLAYA Y ELLA... (RICARDO ALVAREZ).
Mis temblores de tierra
Se que es el amor el que persiste
Mis temblores de tierra
Se que es el amor el que persiste
huelo
su aroma.
Porque
la ola,
antes
diminuta, se agiganta, y
con
salvajes oceánicos ojos me mira.
Me mira al cerrar la tarde,
cuando
las gaviotas ambulantes de la playa,
van a
reposar sus plumas de albor sobre las rocas.
La
arena se hace uña y rasca,
rasga con garra tenaz mi espalda,
mientras
la tarde me sigue abandonando
con mi
recuerdo de sonrisa desterrada, y
temblores
de muchos hombres,
como un
chal pesado de polvo sobre los hombros,
como
tejido de lana ferroso y dolor de frontera.
El sol anaranjea, clareando la tarde y
va
escapando a su guarida noctámbula.
La luna anuncia su presencia estelar,
con cartel y rol protagónico,
casi de brilloso lente espejado,
refleja
e insiste con mi soledad de sombra.
¡ Y del
amor ¡
Maremoto
oceánico.
Con las
crestas del oleaje lapidarias,
destellando
mástiles y banderas,
barcos
y galeotes de antaño.
Aun me
mira,
con
mirada celosa y vengativa.
Enroscándome
la cuerda al extremo como amarra
Y
cubriéndome con el velo muerto
de
alguna nave extraviada.
Como si
con la niebla pudiera cegar mis ojos y
con su
rumor de agua encender mi sonata solitaria,
Y con
su furia,
desmembrar
mi recuerdo febril de ella.
¡ Escucha mar
¡
Aún
tienes las manos blandas para descuartizar mis recuerdos y
dejarme
la soledad como compañera eterna.
Aunque
amenaces con diente caníbal y
cuchillo
carnívoro con tu ola arrogante.
Tengo
de ella
la casi
ilusa esperanza
de
encontrarla recostada bajo la arena,
besando mis pies descalzos.
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