Me bastan tus sienes en espera y la espesura
de tu pelo para poblar la tierra.
De una hebra nace la semilla fecunda y de tu
vientre florece el germen.
El tiempo agita el reloj cuando en la senda el recuerdo avanza. Hora de partir.
Un adiós en espera con limite, en el pañuelo
de la nube se despide.
La prisa del mar enfurecido se frena y en la cresta de la ola se trepan
las aves
a picotear uvas en tus manos. Del cerro y tu
campanario huyen las bestias en manada.
De tumbo en tumbo me golpea el anhelo de
crearte una nube de sueños e
incrustar la felicidad en tu tierra, como días
azules de mares cristalinos.
Me doblo de golpe para encontrar tu paso y me
suelto al vacío,
a la caída de algodón en tu corazón, me guía
tu mirada de azul océano.
A tu boca las sales me arden en los labios a
la hora del crisantemo.
Tu mirada, verduga asesina de mis ojos, me
clava el puñal de los besos eternos.
De ti voy al secuestro. Con mis manos de barro
y mis pies de arena,
de mis hombros despliego el velo dorado, con
el que cubro tu rapto.
Del cementerio de los besos con espinas al
cielo de tu piel y la mia.
Tu risa tapia mi oquedad de ávido sonámbulo
tras el cielo y el rayo.
La oscura y densa noche me sombrean la espalda
en tatuaje y
no me pinto el ocaso. Rejuvenecí al alba, con
tus besos en aspa rondando.
¡ Oh, compañera mujer ¡ La tarde se apaga
calma y se tuerce el arco al cenit.
¡ El limite de tu ternura lo ignoro. El confín
del placer lo he saboreado ¡
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