Al
amor no se lo busca
se
lo encuentra
porque
es de alas y vuela
entre
lentas hojas
o
en prados verdes de primavera.
El
circulo de su silueta,
se
viste en ramas del silencio
sobre
el altar de las glorietas,
en
una copa de glicinas envueltas,
posado
en una banqueta
o
flotando sobre el amarillo trigo constelado.
Se
esconde en labios de azucenas
en
el rumor prudente del follaje
en
la confirmación del otoño establecido
no
como una golondrina de parapeto errante.
No
se exhibe en las vitrinas iluminadas
ni
en las rúas de pasarelas
ni
en la cita descabellada
ni
es dulce producto de brevas sueltas,
exige
moldear un ramillete de signos gestuales.
El
amor es la paciencia de la tierra
que
hacia el fuego va como la hipnótica mariposa.
No
tiene gruta ni boca,
es
palabra muda en los balcones de hiedras
dulce
expresión del durazno
latido
que conmueve cual estallido de pólvora,
cosquilleo
que se pronuncia
no
al cráneo de la razón
sino
en el cielo blanco del sentimiento.
El
amor tiene múltiples lunas de facetas,
un
cruce de labios que penetre al campanario
rojos
racimos de uvas tintas,
leguas
de tules en la perfecta mano que acaricia
pandereta
que cimbra los cuartos del corazón.
Una
esfera de nieve
aguardando
sus huéspedes.
Anda
libre y vuela
quizás
sobre la cabeza
o
tal vez esté sentado a tu lado
como
un huerto no cultivado
o
una foto sepia atesorada por anales.
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