Transito largas
horas
sin tiempo
alrededor de mi
sombra
de alabastro.
Desconozco paredes
que antes eran
sueños
de círculo
abstracto
donde
volaban fantasías
sin redes.
El minuto era la
eslora
extensa de un
barco libre
que timoneaba el
instante
del silencio útil.
Ahora la palabra
alegre
es barro seco en
mi boca
que siempre se
encuentra sola.
Ni la turbulencia
del aire
repite mi nombre
en redor
de la solitaria
esfera.
En este decrépito
continente
llueve sobre las
fases de la greda,
más por fuera que
por dentro,
gotean yermos
círculos en mis pestañas
y en levedad de
palabra clemente
suplican
sortilegio
que contenga las
copas de
mis arboles
torcidos
que semejan un
juego
de petrificados mármoles
oblicuos.
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