Te conoce el
crepúsculo, el vientre de la roca,
el agua del río
pedregoso y el aroma de los olivos.
Te conoce el turgente
seno adolescente
del pico de cada
montaña de tu Bierzo valle.
El sueño de la noche,
flameando en azules
te ha mirado y se
pronuncio al aire:
¡ La hoguera de tu
alma incinera las vanidades humanas ¡
¡ No has muerto para
siempre ¡
No como mueren todos
los muertos,
que se cuentan como
olvidos
en pilas rumbosas de perros dolientes.
Te conoce el albur de
la nieve,
las vides en copa de
uva aun te evocan.
Parece que la miel de
tu boca ardiente,
les apaga la sed y el
recuerdo en un odre.
La melancolía viril
del roble y la pisada del oso voraz.
Te conoce el misterio
de la ladera, la tierra pedregosa,
fecundada en los
recodos, de la cima de los montes,
del ombligo de LEON,
al trópico de Andalucía.
También el hostil
gris, asesino de los silencios y
La Franquista patria
traidora que te expulso,
cuando te golpearon
las ostias en caída verduga y
la leche se hizo uva
al levante ebrio de tu puño en alto,
intimo y tenaz ideal,
anarquista de utopía.
¡ Caballero Leones. Te
apeteció la muerte. Te saboreo la vida ¡
Mi recuerdo es mudo
pero vigente, mi sentido esta alerta.
Tu brillo perenne de
ausencia, le hizo un tajo profundo
a la memoria del
olvido, y grabo en el mármol
una moraleja, para un
presente renovado.
Te conocen los
laureles y ríen por tu encanto.
Evoco una brisa
alegre, en una fiesta de cerdos entre la niebla.
Entre los nidos del
aire hay grietas, cuevas de hechos sin olvido.
¡ Le canto a tu
ausencia ¡
Al tapiz de tu senda,
al sol preñado de luz,
a noctámbulas
estrellas elegantes narrando tus aventuras.
Al hueco de la noche
clavado en el alma de la luna.
Recuerdo que he visto
al roble preguntar por ti,
donde crece la
pradera, y retoña el germen en la altura.
Al ala de la codorniz,
hamacando tu cuna eterna de madroños
en el osario de otras
tierras arboladas,
en alado que brota de tu
ausencia.
a mi amado padre:
RUFINO ÁLVAREZ ÁLVAREZ
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