Siempre a lagrima viva
llorando la pérdida del reflejo
desgranando en primera
persona su propia y leve materia,
antes de asilarse en su
ceguera
se buscó en el barrio
la presta oreja de un
psiquiatra
para sostener la vaga
diatriba.
Se enredó en el ardid de su
semántica
al filo del lenguaje excesivo
reinventando paradigmas en
sueños de arenas,
huyó con su paso del redil
freudiano
y para disolver los enigmas
de su ansiedad
incorporó la frivolidad de
ambiguos fármacos.
En esa imprecisión los ojos
no resistían madrugadas,
desde sus torres todo se
resumía a señas cual la vanidad
del pavo que amaina su
plumaje al primer estruendo.
El frágil esqueleto del
hombre andaba desprovisto de nombres,
elucidó que el presente es un
modelo
que se ensaña con el alma
esquiva.
Siguió con su carretel
devanando épicas pasadas
que amén de falsas eran
arquetipo de incierta duda
y en la fórmula exacta de la
química
enrocó su desnudez, pisó las
mismas huellas del ayer,
entró a un lúgubre bar para
limpiar su garganta de piedra
con la quemazón de dos
redomas de ginebra,
oír ajenos melodramas y
desanclar sus fardones.
Bochornosamente balbuceó
alguna sigla
al cliente cercano para
sostener su argumento
y soliviantar la mole de su
pena
cuando súbita una mano se
alzó con un vaso de nada
y en discurso abierto al aire
parafraseó en sentencia.
Aquel que solo le duelen sus
singulares espinas
es títere servil en las
briznas del egoísmo,
abyecta sustancia que nada
sabe del pluralismo".
Usted tan lleno de congoja en
su alocado desvarió
antes de entrar al ambiente
no captó los indicios
de ese niño que a la
esperanza se aferra
y se ha dormido derrotado de
cansancio
pero al albor despertará
afanoso de ganarse la moneda
y lo vespertino lo hallará
como discípulo de escuela.
Lo real devela que lo
palpable está lejos de su distancia yerta
y que todo lo visible es la
mezquina sed que lo asedia,
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