martes, 25 de marzo de 2014

AMADA, JAZMÍN DE AMBROSÍA


Nada puede frenarnos amor.
Ni las fieras con sus garras de cristales,
Ni el mínimo fuego de los metales,
Ni un cruce de montañas con vendavales.
Porque tu y yo heredamos de la tierra su sangre
Y en las quebradas las piedras coloridas de la tarde.
Ni el pavor de la noche con su temblor,
Ni la presencia del sol con dagas ardientes
porque nos revestimos de trama forjada.
Al rocío de una primavera despeñada
nos laceramos venas con espadas de tregua
y fraternidades de cascadas
con hilos de telares enlanados.
Del tiempo de los ancestros venimos
cultivando nuestros ojos
y de su espalda doblada en los huertos
socavados de la pala
hasta el hoy del arado, recogemos manojos
de cebada que reinan su producto en la copa
bebimos icor de coctel cuando
comprimimos racimos de uvas en las palmas.

Somos la conjugación del verbo amar
que expulsan todas las ventanas abiertas de la cocina,
donde no anda la presencia de la plata fría
por los ardientes sartenes
donde freímos la harina.
Mientras en la plenitud de una distracción
nos deleitamos entre besos de algodón y
en mitad de las manos un jazmín de ambrosía.



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