Vierte
en mi tu pena, amor.
Que aún
en el ocaso este hombro
consuele
tu desdicha y el pecho hundido
sea la
fosa de tu pesar.
Tengo
él habito cruel de hacerte reír, y
La
obsesiva manía de observar tus mimos
Yo
quiero tu pena arrastrarla por la tierra,
con el
arado dispuesto, contra la pálida y dura roca.
A tu
dolor de corriente enturbiada,
un baño
de agua cristalina en la montaña.
La
mansedumbre del pino y el clavel
a tu
entraña de espina colocarle una rosa.
Quiero
tu pesar segado y mutilado
por el
hacha y la guadaña afilada.
Cultivar
con el pico del amor la semilla
en el
huerto del diálogo y la comprensión.
Con la
azada y la pala sepultarlos, bajo la
tierra
de las osamentas penosas irresucitables.
Y del
jardín de los festejos añiles,
que vuelva tu alma de risa en reflejo
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