Esas simples
cosas
que obsequia la vida,
uno
las recuerda, otras las olvida
Lo
mismo que el previo otoño
descolgó
sus hojas caídas.
Esas
simples cosas en ronda de amigos
o tal
vez un amor de antiguos sitios
son el
origen de bellos paisajes,
cofradías
de espíritus amables,
el
café del bar, el mate compartido.
El
corazón las contiene
y la
memoria las regresa
en las
menesteres diarios
cuando
un mínimo hueco parece un abismo.
Una las
aprecia y las comprende,
desdeña
los objetos que yacen inertes.
Retorna
pasiones de besos enamorados,
la
tierna caricia del cuerpo amado.
Porque
las cosas tibias son prólogo de muerte lenta,
soledad
única de ramos vacuos,
inercia
que desfallece en salas desiertas.
El
pulso débil late en las arterias
y el
fuego áspero quema por dentro
como
un sol de mediodía.
Esas cosas simples se resguardan como tesoros
porque sin ellos se contraen los días,
la
palabra es eco silente
sin la entidad que escucha
y a la voz muda la barren las tolvas del
viento.
Esas simples cosas son compañía eterna
que nunca se extravían en los aposentos del
alma.
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