Territorio marino, regiones que he
deambulado,
Mas allá del oro trigueño que viste tus
campos
son mis manos de arcilla que te
celebran en abrazo.
Te toco y percibo el fuego ardiente en
las cumbres,
cimas donde los pájaros ni las bestias
han trepado.
Con mis dedos almibarados rozo tus
picos amatistas,
la maleza del pubis acicalado,
la concavidad lunar de tus axilas,
los ríos donde los besos quedaron
sumergidos.
Nadie más que yo, grácil criatura,
conoce recónditas lugares de campanas
solitarias
ni la luz ebúrnea de tus labios
carnosos.
En esta largo viaje de amarte sobre el
agua de las violetas,
habré de besar tu boca fría y morir
beso a beso
en los racimos de tu cuerpo.
Hija del fuego eres amor,
consentida estrella en noches de
relámpagos perdidos,
en tus ojos crepusculares lidian
aguerridas llamas de tus pueblos
infinitos.
Recuéstate planicie rural, becerro de
mis lagos,
extiendo mis tajamares en el lecho que
peregrinan
tus sinuosos meandros
y te acopio, heredera de pontos
profundos.
Timón de mi velero,
dulce látigo que azuza tinieblas y
espinos.
Luna plena de atributos,
iris donde los faros guían mis navíos
cuando naufrago tu cuerpo oceánico
y navego canales purpúreos.
Hoguera que se bifurca en dos columnas
de silencio,
donde la llama crepita envuelta en eco
nocturno.
Hojas de brisa caen en los estuarios de
mi alma.
y mi alma crece como el derrubio se
adhiere en el pedrusco.
En todo lo que late vives, silente rama, esplendor de alerce.
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