Aún
tibio el corazón del difunto
las
comadronas del pueblo
llueven
sus orbitas a lacrimal partido,
escrudiñan
los asuntos
que
lo arrastraron al sueño eterno.
Urden
fábulas en lenguaraz espejismo,
los
velos pálidos golpean los muros
donde
el latir del cisne negro
flota
en aguas de lagos pétreos.
Estanques
verdes ensoñaban sus nimbos
bajo
cielos sonámbulos,
se
fue de la vida sonriendo, vivida hasta el hastió,
erguido
en la proa va cantando
el
nervio autómata del placer puro
con
un rosal amante henchido en el pecho
y
los capilares de aspersión congestionados.
Fue
la semilla fecunda en rosedales venusinos
y
dentro del mimbre duro
siguen
aleteando sirenas en su dedo anillado.
Las
comadres del pueblo chico,
languidecen
los ocasos rojizos de sus muslos
y
desnudas de raíces mueven sus labios demacrados.
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