Las manos de mi
madre amanecen en el campo,
ellas cosechan
maizales desde temprano
y amasan la harina
sobre la mesa con esperanza.
Prendida la leña
prepara el convite
del pan cocido al
horno de barro.
Son como dos
pájaros que prontas
vuelan sobre el
alambre,
evadiendo espinos
y pastizales,
el agua pura las
lava en el estanque.
Son fruto de
laboriosa tarea cotidiana
en cada ubre exprimen
leche que alimenta el alma,
son tersas y
salvajes, lenes al tacto de sus retoños
y con terneza
acarician las testas azabaches.
Ellas se brindan
cálidas y sinceras por las tardes.
Mañana serán dos
pájaros recogiendo tomates
porque ella
cimienta el día desde el trabajo.
¿Cuan blandas serán
las manos ausentes de mi madre?
Retratos que añoro
cuando lo habitual se hace plácido.
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