Posó
sus aromas
a
contraluz de mis hombros,
el
olfato era
un
vertical borde grave
que
subía y bajaba peldaños
inestables/
Me
rozó en espuma de mar
y
rumbo desconocido.
Ese
atardecer sentí la visita de la poesía
En
su presencia/.
Labios
agotando la lengua
de
canto enmudecido,
la
oferta en su mirada
era
una nube solida,
al
tránsito de su boca
descubrí
esa oquedad apacible/
Los
fosos abiertos de sus ojos
Rondaban
azules mareas
En
el supremo instante del sentir
derramó
agua salina con olor a pino,
dulce
de trementina
era
una comunión de fragancias
ya
dormida en mi pecho de trino
seguía
oliendo a frescas azucenas/
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