El pan
de los vinos nutrientes derramó la copa,
no
quedó ojo humano sin llorar por tu sangre.
Las
espinas de tu corona para mí son rosas.
Bellas rosas. Rosas sin espinas.
La
cruz del dolor de los dolores, fue un
cantar elevado al cielo.
Grito
de unión para los oídos del mundo
cosmopolita.
En
el universo babélico aun tu Voz repica y
se empapa
como
pintura retratada en matiz para el ojo que llora
y
la mano que obra.
No
hubo brumas ni neblinas a la pureza de tu linaje,
en
el vástago del cielo aún germina tu prosa.
¡
No hay dolor humano que no padezca tu dolor
ni
sentimiento que se acerque a tu amor ¡
Es
vano ahondar los pasillos internos del ser
buscando
heridas
ya
que no hay arma tan letal
como
la del amor que aplicaste.
Cuando
la sangre se te derramó en el desierto del calvario
fue oasis de brebaje a los necesitados.
La
tierra guardó en su matriz toneles de follaje,
elixir
de tu palabra,
fundamento
para tus futuros hijos pródigos.
Riqueza
de tu legado de fe,
testamento eterno de tus actos osados.
¡Oh. Cristo!
Nazareno de Galilea.
No
sé sí el celeste esencia de las rosas
fue tu sangre púrpura,
que
baño los pastos y mares, soles, ríos y piedras
montado
a tu pollino entraste a Jerusalen
con
ramas en corona, elevaba el pueblo esperanzas
al
son de tus discípulos peregrinando con sudor en la piel.
¡Que
importa el color de tu piel ni el matiz del pelo ¡
No
sé si hablaste en hebreo o latín, Idish o dialecto
¡Que importa que lengua hablaras ¡
El moho aún se hace hierba en tu jardín,
a la palabra de Tu Canto Vivo
Universal.
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