sábado, 17 de octubre de 2015

VACÍA





             

Un rostro gira cada mañana 
en hábito de inútil rodilla. 
Desteje su memoria 
el hilo negro de su propia sombra, 
su cara no halla al espejo la mirada
y su pecho delgado en la presencia ámbar
del  silencio herido le traspasa la espalda. 

Es la que tuvo el brillo radiante del oro, 
la del ciego corazón que no pudo ver nada. 
Huérfana quedó de labios y sonrisas,
Era un cuerpo de hojas soplado al rocío de las ventanas
abiertas en la espera oblicua del desencanto.

Con las creencias derruidas,
agobiada por el peso de cien caballos. 
Sus ángeles eran las venas desechas del muerto lirio
y el derrumbarse sus alas
le legó su corvo dorso malherido.  

La cama potenciada abrió su boca,
el frio congeló antiguas mejillas rosas. 

y extraviada se hundió al abismo de su propio lodo.

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