Un
rostro gira cada mañana
en
hábito de inútil rodilla.
Desteje
su memoria
el
hilo negro de su propia sombra,
su
cara no halla al espejo la mirada
y
su pecho delgado en la presencia ámbar
del silencio herido le traspasa la espalda.
Es
la que tuvo el brillo radiante del oro,
la
del ciego corazón que no pudo ver nada.
Huérfana
quedó de labios y sonrisas,
Era
un cuerpo de hojas soplado al rocío de las ventanas
abiertas
en la espera oblicua del desencanto.
Con
las creencias derruidas,
agobiada
por el peso de cien caballos.
Sus
ángeles eran las venas desechas del muerto lirio
y
el derrumbarse sus alas
le
legó su corvo dorso malherido.
La
cama potenciada abrió su boca,
el
frío congeló antiguas mejillas rosas.
y
extraviada se hundió al abismo de su propio lodo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario