Si bajo tus pestañas
el sol se moría
cuando por los
empedrados paseabas con tu sombra
en el triste
paisaje eras eco de melancolía.
Un compas de tango
tarareaban las baldosas
en la vereda, eras
resonancia de caracolas, Carina,
añorando el
soplillo del mítico bandoneón.
Subías desde el
bajo donde los puertos cantaban
y era tu figura,
tiste y diminuta, acompañada
con sonoras
guitarras hasta plantarte en Callao.
En la cadencia del
tiempo bailaban tus tacones,
vibraban tus piernas
jaranas de la milonga anterior
donde la orquesta
tocaba sus bemoles
ente las paredes desteñidas
del salón.
Cansada llevabas en los labios el desmayo del amor.
Bajo los
candiles la luna te encendía como libélula
y en el camino
garuaba rumbo al cafetín de Boyacá.
Con el café negro te
hiciste ligera como alondra
y por las calles
antes grises volviste a la guarida,
entre el humo danzaste
hasta la última función,
jaspeados los
murales con flores risueñas
la angustia se iba
con el fuelle del bandoneón.
Tus hojas tristes
revivieron como naranjo en flor
en la noche virtuosa
cuando a sus brazos caías
y le robabas besos
cargados de pasión.
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