Años tuyos
han florecido sin mi permanencia.
Tendría que haber sentido tu crecimiento
a la altura de los racimos
antes que el sol madurara
el color en tus pequeños cerezos/
En un colgajo de uvas llegabas
a mis manos de suave piedra enmaderada,
hubieras instalado tus bodegas,
cantando en tu voz un río rojo
con las liras sonoras en mis arterias de conciencia/
El viento de otra época
galopó leguas al cielo de tu infancia,
pero hoy, llegó el fresco ciruelo enramado,
dejándonos color de moras campestres.
Recogimos el hilo que mide la distancia y
armamos un cuadrado ovillo de variadas estaciones
con las manos del pan recién nacido amamantado
y la luna perfumando rocío en
nuestro amor de fragancia/
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