Rayando
el borde del cerro
que
adelgaza al crepúsculo en su retiro/
Entre
dos abras que limitan el cielo
baja
el azul estrella su respiro/
La
cepillada media risa de la luna
fragua
el instante en tus cejas
y
de mis manos vuela la violeta
traída
del valle
cuando
dormía bajo el natural techo/
La
tormenta en sacudida
sonó
a diluvio
tronando
en mis oídos de bronce campanario/
Nada
expulsó mi boca sin regreso
cuando
el árbol y su cauca
desataban
mis grillotes
de
aplomo y morada/
La
sustancia total de la hoja
cedió
a mi corazón su aleta duplicada y
en
mis pies de fósforo se inició el incendio
cuando
mi cabeza de timón flotante
giró
al olor de la granada,
maniobrando
el limite
en
las líneas de tus cavados ojos...
Lejos
de todo designio de fría piedra
el
mojado cristal de tu iris
era
avena dorada.
Nutrido
maíz de chacra,
leño
abierto
al
tablón de mi alma
donde
tu pimiento
explayaba
tus besos naranjas.
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