¡Ay de mí, amiga!
Aquel filoso chuchillo de mango negro
que enastado a mi brazo iba
con el orden solemne de la bandera patriota,
decidió su táctica de catarata y precipicio de frente/
Su tajo inició el blanco camino de la cana/
Estrategia que resumió en esbozo mis añicos de pasado/
La lluvia que veía como cristales tibios inspiradores
hoy caen como vidrios rotos proclamando su herida de acero y
mis ojos lo ven como vitraux descolorido/
Parece que solo tú escuchas mis silencios
y te pronuncias con la voz donde asoma la verdad.
Y la verdad...
No es lo inequívoco de mi pensamiento
ni lo que mi oído empalagante desea/
Es la declamatoria leal de tu palabra
donde tus labios se mueven como hojas de erudito diccionario
¡Dime amiga!
Risueña flor de esmalte encrespado/
Voz cálida y artera trepando los veranos/
Reclamo a tu presencia la sobriedad del abstemio y
la pregunta difusa del ebrio/
¿Dónde quedó mi cálido
desierto?
Mi paz fue violada en ultraje sin compasión
por manos opresores del idioma paralítico
y los oídos inertes que llevan la vergüenza
del lenguaje en diálogo/
Mi pluma estira su resistencia de tarde
y la negra sombra penetra mi noche de espíritu,
calando mis huesos de humedad
implosionan sus refuerzos de suspiro.
Dejé mis dolores en las horas cavilantes del cuero caminado/
Del árbol descendiente,
la paloma me negó su canto de oportunidad
y la humilde hoja me traspasó el idioma de los hospitales/
Mi dolorida boca ya no saborea los cristales.
¡Ay de mí. Amiga!
La vida me atrapó en la red
de sus realidades,
con la vacía
alforja y mí reloj cargado de horas.
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