Uva
florecida en mis manos,
rasgué
mis venas de inmortal piedra
para
anclarte en mis entrañas.
En
las orillas de la noche
hasta
tu perenne sombra sabe mi nombre.
.
Las
aves diurnas relatan palabras
de
miel que tu corazón no necesita.
Yo
subí tus pies dentellando
con
la tierra sus terrones.
Soy
la mano de zapa que mueve
montañas,
la palma
de
pluma que circunda tus senos.
En
mi duerme tu roncar sereno
que
traspasa el vibrar lene
del
lucero en resplandor/
En
mi opaca sombra
deja
alas de tu cintura
que
el amor duerme en los pechos
del
océano madre/
Pon
tu oído al sonar de mi latido
que
en mi sangre de cello
vitoree
con afán tu nombre purpura/
Himno
de mi exaltada locura.
Las
cuerdas de las ramas
adelgazan
sonidos de violines.
Arena
perfumada de anises,
huelo
el espeso aroma
que
exhala tu sueño de bramido/
En la pausa de tu
latido voy a sumergir
mis bemoles para
que la noche ronde tu sueño
y el viento acopie
crepúsculos radiantes
en tu mirada plana
de horizonte y me mires…
Me mires con mirar
lento,
con ese racimo
florecido
cultivado en las manos
de mi huerto/
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