Roció
el buen garzón fragancias a tardes marinas.
Extendiendo
blanco satén sobre el oneroso tablado con mangas en catarata.
Rectangular
nevaba blanco en sus lados.
Indicio
de productividad marginal en las inversiones de Wall Street.
Apiló
el buen marchand tres columnas de
platos,
mas
enseres que invitados.
Encendía
con gloria las velas enormes y gruesas
como
esas teas de ritos paganos.
Magnificencia
de laudo meditó el laborioso sumiso
ordenando
a las huestes de mozos acomodar su negro moño,
acicalar
su peinado y no estrechar ninguna mano…
Total
en la injusticia del mercado los sueldos van más abajo que la gleba.
En
cubos de plata boliviana acomodó la silueta del ruso caviar, ese bien cocido faisán
con papa bonotte ornado con trufa blanca salía de mínimas rendijas
cuando
la obesa puerta se abría al contertulio y en la resurrección de la nariz
se
deleitaba el humilde poblado, sosteniendo una tazo de lata y dos cucharas para
las goteras.
El
buen anfitrión puso música de alta orquesta…
Un
Mozart, Beethoven, Chopin como fondo de fiesta,
que
espanto de orejas gritaría el ruiseñor.
El
blanco centinela remordía la lengua
como
mudo garzón perplejo ante el brochet,
tampoco
era cuestión de su ser olisquear buen humo cubano
solo
descorchar champagne con acento francés sin mencionar el cospel que no trepaba esas líneas de blanco polvo que aspiraban la cofradía
manoseando
muslos de mareadas gatas alquiladas.
En
sofás de estilo barroco y en confusa discusión
debatieron
la oferta del opio con tajante tono
sin
llegar al oprobio mientras las botellas apilaban su índice de crecimiento.
Llegaron
a un certero acuerdo para conservar sus tesoros.
Al
llegar el sabroso mouse de chocolate acompañado de Jerez, cruzados de piernas
mostraron cuero de víbora en los zapatos y olvidándose del mundo agasajaron al
chef por esas panzas de avidez y esas billeteras abultadas
en
esta noche de negocio.
Colmó
su sed de tonel la legión de mozos.
En
el pasatiempo de las damiselas apretaban sus carnes
con
manos más inquietas que los dientes hincados al faisán.
Para
ellos fue brevedad de economía y para la tropa sirviente
una
pomposa eternidad. Deleitaban sus fauces con las sobras de esos buitres
hambrientos y al cerrar sus rendimientos
palmaron
al convidante del palacio conjugando la prosperidad
de
esta logia en minoridad. En la próxima congregación debieran mencionar abaratar
los costos elefantiásicos del pequeño ahorrista perdido en el crédito de la
inmundicia.
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