Flexibles
pies deslizan monumentos en la vereda
Como
félidas que esconden su puñal bajo la ropa,
Absorben
el placer intuitivo de la líquida luz
En
mañanas apacibles o noches de calma.
Con
femenino instinto incorrupto bambolean las llamas
Mientras
los inescrupulosos babean su lengua en la copa.
Esa
maldita sed que no sacia sus venas de pus
Desenroscan
enrojecidas lenguas en las miradas.
¿Y
que hay al brillo de liquidas retinas?
Ojos
azules y negros tras un oceánico horizonte,
Turgentes
muslos que los pies buscan
En
la senda del amor donde el bosque tiembla.
Vestales
diosas ante quien el hambre yugular se inclina
Destrozan
en temblores palabras rústicas, los mórbidos
Marcan
en su libro de hoja ocre el boceto del
bosque,
Imaginan
senos desnudos ardientes como brasas de leña.
Esos
corazones que hablan sin confidencia
Se
pierden en los planos de carnes blancas
En
el mercado de la oferta imaginaria aumentan su fiebre
Y
emiten en metales o papeles el crédito anticipado.
Más
no todas las blancas o negras están a la venta
Hay
mujeres que blanden caderas en batallas de transigencia,
Vampiresas
que aullando devotas son suplicio horadando sienes
Entre
glándulas avejentadas hay semillas inútiles en el sembrado.
Para
las vírgenes honestas de noches solitarias
Hay
crispadas bocas que gritan por su llanto
Damas
de pueblo, callejeras de alto encanto
Que
en vano apetecen antros paganos en desgracia.
El
eco avergonzado de las paredes les guarda compasión
Y
las sirenas errantes salvan sus inquietudes
Pero
no hay bálsamos que cautericen las almas sin virtudes
Porque
las urnas de su pecho no estrenaron el don del amor.
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