Amor,
armemos un
calendario,
el tiempo es
injusto
ya es
imposible
balancear las
edades,
ni engañar lo
distante
que cerca se
aproximan
los números
de las cuentas.
Entramos al
reloj
acelerado de
la resta.
al territorio
de poderosos
metales.
El oro en las
piedras del agua,
arriba las
montañas…
Y el cobre
ahí, estático.
Sopla la
arteria del cráter
volcánico
fuego
cual la llama
que se prende
al crisol de
nuestras manos
y en verdes
prados
impetuosos
corceles bronceados
cabalgan al
corazón de las minas.
Nosotros como
viajeros enriquecidos
mirando el
loto reluciente
bajo
iluminadas estrellas.
Mujer, tanta
contemplación
lleva a la
reflexión:
Amada.
No se forma
un rio
con gotas de
nada,
ni un océano
con
deshidratadas lágrimas.
En mi soledad
me cautivaste
como una ola
que pasó
por mis
manos,
como un filo
de espuma
que guardó
su burbuja en
mis uñas.
Dejaste en mi
palma
la pulpa del
durazno/
Parpadeó la
rama
y hallé
rastros de tu piel
sobre la
cama,
un cálido
fuego
encendido en
tu pelo.
Mi corazón
reclamó al viento
un suspiro de
tu aliento
tallado en mi
pecho
con la
insignia
que me has
adjudicado.
Cuando volví
a entrar
por la
ventana
me apropié de
tu cintura
para
moldearla
en la forma
de mis dedos,
y en el hueco
de tu boca de
almendra
entraron mis
labios
en la
velocidad del rayo y
con poderes
púrpuras
se instalaron
al crujiente camino
de la sangre.
Busqué tu
azul mirada
en las torres
más altas
de
universales gamas
y desde el
plano
de trisados
astros
le grité a tu
oído:
Muerde mi
carne amor
como tigresa
salvaje
en la
necesidad del hambre,
y al fin de
tu cacería
entierra tu
mordida
en mi pecho
con la miel
de la abeja
nocturna
que acaricia
los sentidos
Llevemos el
cariño cuidado
hacia la
alcoba
mientras el
llar
encierra con
fuego las sombras.
Los poderes
del aire
multiplican
retratos de hojas
y el cielo
deslumbrado
desciende
electas
luciérnagas para tu belleza.
Amor,
procesemos
las
primaveras
como
minerales despeñados,
donde paseas
en el viento
hacia las
redes de mis brazos.
y que las
cuencas de mis ojos
resalten tus
pestañas arboladas.
Bajo el techo
dorado
que la pared
huela a pan
de fragancia.
Mi vid, mi amor,
mi agua de
fuente imantada,
En mi
contemplación
te vas
formando
como una
espiga
en el cuerpo
de los cereales,
y en la
hondonada de único valle
tú eres mi
esbelta flor.
Al imperio de
la uva
le heredamos
la sangre,
con el color
deslumbrante
pintada en la
nación
de nuestra
bandera.
Territorio de
amantes,
pareja
insaciable con
plumaje de
casales,
exprimimos
hasta la
última
semilla de la vida,
como dioses
de la agricultura
impulsados
por el fuego.
En la llama
genital infinita
nos ardieron
los labios
en el verbo
del amor
cuando
ejercimos
el beso
conjugado.
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ricardo alvarez@blogspot.com
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Michas gracias por estos sentidos y admirables versos a los cuales adjunto mis mas sentida y sinceras felicitaciones!!...
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