Oclusión refleja de pestañas
inserta la luna tras los
parpados,
amanecen cantares de gallos
en la luz horizontal del
oriente
cuando hebras crepusculares
asomaban.
Y fue la gota del rocío
mojadura
del pétalo casto, el jardín
era un vestido
de lentejuelas alumbrado con
pabilos.
En un redoble de tambores
vibraron los ejes de la casa
pero suave dormía la bella
transparencia en su envoltura.
Derrochaba encantos bruñidos
en las sabanas
desprendiendo virtuosas
fragancias jazmíneas
cual si toda la majestuosidad
de la flora planetaria
labrara sus aromas en el
pórtico del hálito
y el reducto de su boca
exhalaba viñas maduras.
Un suspiro de ventiscas agitó
la féminas rosas de su fragancia
cientos de hojas cimbraron en
el ramaje del asombro,
danzaban antiguos recuerdos
de caminatas en frescas alamedas.
Purpura vigilia eran sus
manos nocturnas
repuntando lumen en la
oscuridad como diamantes pulidos.
Mis manos abrieron las
cortinas de su desnudez
y rosáceos velos murmuraban ceremonias
en una ciudad marina que mi
amor asedia.
Muralla abierta en dos
fracciones carnales, rosal topacio de sales,
gemas que ningún hombre ha
tocado.
Sus parpados eran
contemplación ambarina.
Trinó el mirlo en el
majestuoso amanecer trasnochado
ebrio de húmedos parrales y
bajo las leyes absortas del día
el astro rebasó nubes
nacaradas sobre las colinas.
Reverencié los esplendorosos
cerros anclados en mi amada
más que al fuego que se
derrumba en cenizas.
Ella es una dona revestida,
color piel silueta de mis deseos.
Inmóvil como agua de lago,
rozo su vientre y toco sus sueños.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS TEJADOS- A publicarse en julio 2019 - Ed. PALIBROS -
N.YORK - EEUU
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