Tocar el día
cotidiano
con el rostro
bostezando al espejo,
ver los labios
áridos,
la mueca
que duerme en el
tiempo.
Rasuras los pelos
bajando escaleras,
ver pies paseando encorvadas
espaldas,
piernas que hieren
umbrías dagas
golpeando cera de
azulejos,
voces
que resumen el
silencio.
Percibir opacidad
de cuerpos informes,
lacerante acíbar
de aliento, choques
soñolientos
rodando tranco sonámbulo.
Mi boca de sopor
temblando
como vías descarriladas
de vagones.
Un beso tajante a
mi amada
cual sable de
urgente estocada.
¿Es esta urgencia
la vida?
Más cansancio que alegría,
más fatiga de
rutina
desgarrando
crestas de rojos soles
tras subrepticios
nubarrones.
Sentir el grito de
la piel que descuartiza
la línea
inconclusas de la acera,
llevar agonizando
el latir
de otra piel en mi
piel.
Limpiar mi boca de
alcantarilla
que truena con
bocinas
retumbando
procaces gestos.
¿Es esta herencia
de nuestros ancestros
o perdimos en el
desliz caótico del boceto
el desencuentro de
mirar para adentro?
Suda otro cuerpo
en mi cuerpo y mi mador es ajeno.
Qué más da que esta
babélica lengua
de ojos ciegos besar
el deseo vehemente
con afán sin
descanso
hasta pernoctar en
sueños plásticos.
Forzar esteroles
en el fango,
vivir la vida
muerta con la palidez
de ruinas
drenando.
Pies enterrados
hasta el límite del fango,
pirotécnicas
vestales desnudas.
Dejé el tacto en
la piel que rocé
hace un instante.
Entre la ruleta
que gira
en la opción
diaria me inclino
a encerrarme en el
cuerpo de mi amada.
depositando en su
frente
dos besos parados
irguiendo sus pestañas.
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