Al fin el estrepito
sueño de la revolución
plagió el poder del
verso que venció
a la inquisición de
la palabra
en una montaña
vasta de nieve blanca.
Las bandadas del
secuestro
masacraron páramos
en desolación,
el viento albo se
hizo relámpago al momento
y desplegó su
túnica de extensiones,
herrumbres negras
como el camaleónico asbesto.
Inútiles golpearon
el dolor invencible,
los refugios de
víboras ardieron en insolación
cuando las bocas de
la gazuza se hicieron insensibles
y el astro sol Iluminó
la nívea verdad.
Suspendieron un
túmulo de desapariciones
que cortó al pueblo
por la mitad,
honrosas manos que
elaboraron el fermento
no llegaron al
panorama del horizonte.
La cruel mentira blasfemó
su nombre
en apátridas
gacetillas de renacuajos
omnipotentes,
maculados de excremento
que en aviesos
tiempos apilaron cuerpos
como latos de último
monte,
ignorando que la
nueva generación
tomaría la palabra
con uso de razón.
No habría más
palabra aduladora de consorte.
En su mundo naranja
se rompieron los gajos apátridas.
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