Hija
medular de mis huesos, niña ondina,
nacida
grácil, rubio pelo del trigo amarillo.
En
la virtud crepuscular erguida atalaya de
ejercicio,
plástica
envergadura de vuelo remontaste tu altura.
Festejé
la gloria sonriente del potencial cielo,
tus
manos satelitales moldeadas en la labor del cintillo.
Floreciste
como pétalo puro sin artificio
y
en crecimiento concretabas la elección del
vuelo.
La
mirada en jubileo del sol crepuscular
adula tu belleza.
Capilares
rojo sangre en turbulencia al solicito ejercicio
Cotidiano
agilizaron tus manos de arena.
Que
a la labor forzada el afán impulsa al brío,
en
la esfera del cansancio el menester propio te sustenta
cuando
a la escena arremetes con sudor de oficio.
Niña
mía, hoy ya mujer plena de esencia y dicha.
Me
place contemplar la mágica espuma que sobrevuelas
y
con pie firme trazas las surcos dignos de tus riadas.
Repentina
apareces, tintineo campanario en mi oído de nenúfares.
A mi hija BALBINA ÁLVAREZ CARBONI
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