Estos
encuentros sorpresivos
que
solemos brindarnos padre,
tu
desde el cenotafio de la muerte
y
yo próximo a reposar a tu lado,
es
la mixtura entre la madurez
que
rápidamente se extiende.
Cuando
pulso un dedo sobre la infancia,
tu
voz responde exactamente
que
la vida es un delgado alambre
y
la errata es omitir la sabiduría
que
a los pies calvos se explayan
o
ladear el cuerpo al fango que nos place.
Mi
paso dobla múltiples ochavas
y
en cualquier arista hallo el magnetismo
de
tu sencillez sorprendente.
Me
retrotraigo al desliz de la casa reluciente,
al
hollín y el humo en el llar,
vivía
el fulgor lodoso en la calle incipiente
y
transpiraban flujo flexibles tallos de eucaliptus.
La
memoria persiste en la distante soledad
en
encender el recuerdo de tus lirios.
En
la fragua rigen las leyes del hierro,
para
vivir sosegado te devuelvo a tu reposo
y
siento tus manos frías de oxido
en
la sensación pétrea de las mías,
Esta
confluencia se sostiene puntual
hasta
otro encuentro sorpresivo
por
el abrazo en bienvenida
que
nos damos en los huecos del aire.
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Poemas de ricardo alvarez-blog
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