Sopla
la arteria del cráter
volcánico
fuego
cual
la llama que se prende
al
crisol de nuestras manos, y
en
verdes prados
impetuosos
corceles bronceados
cabalgan
al corazón de las minas.
Nosotros
como viajeros enriquecidos
mirando
el loto reluciente
bajo
iluminadas estrellas.
Amada.
No se forma un rio con gotas de nada,
ni un océano con deshidratadas lágrimas.
En mi soledad me cautivaste
como una ola que pasó
por mis manos,
como un filo de espuma
que guardó burbuja en mis uñas.
Dejaste en mi palma la pulpa del durazno/
Parpadeó la rama y hallé rastros de tu piel
sobre la cama,
un cálido fuego encendido en tu pelo.
Mi corazón reclamó al viento
un suspiro de tu aliento tallado en mi pecho
con la insignia que me has adjudicado.
Cuando volví a entrar por la ventana
me apropié de tu cintura
para moldearla
en la forma de mis dedos,
y en el hueco de tu boca de almendra
entraron mis labios
con velocidad del rayo.
Tonaste lucero púrpura
al crujiente camino instalaste
poderes en su sangre.
Del plano de trisados astros
le grité a tu oído…
Muerde mi carne amor como tigresa salvaje
en la necesidad del hambre
sáciate de brebaje, entierra tu mordedura
en
las más altas torres de mis gamas universales/
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