La noche abre sus huecos umbríos
en
la soledad cutánea.
Dinteles
de oxido
por
estrellas febriles gangrenan los sentidos.
La
luna tiene astillas filosas
de
navajas que penetran
la
sustancia pulposa.
Transpira
la soledad subcutánea
y
supura entre mis sentidos.
Los
atolladeros lóbregos de esta noche
mortecina
caminan
incertidumbres nefastas,
lágrimas impacientes presagian cascadas.
La
guadaña tenebrosa cela
esta
soledad dentada que no cesa.
Comprimen
los muros aladares hastiados,
en
esta tiniebla repito mi nombre
en
suspiro
y
que el alba rasgue las vestiduras de residuo.
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