Noche de calladas estrellas,
mitad de luna soñolienta,
nocturnos pies apoyados
en la arena/
Huella de gaviota azulada,
pareces cultivo de colores
en tus pómulos brillantes/
Es en ti, dulce remolino,
cascada en salto descalza.
Tempestad de melaza
donde iluminan las orquídeas
espeso paisaje de rocas,
atolladero de muelles
sibilantes
traes barcas de marea,
árboles de ramas caucas
curvados
de hojas metálicas con
sonido a sudados campanarios
cuando la brisa roza el
errante crepúsculo
girando sobre el revuelo del
aire
aposenta sus alas en tu
cabellera/
La potestad de la playa te
nombra
bajo la ancha fronda de la
palmera y
un cielo de rumor suave
pregunta tu nombre hondureña/
¿En qué planeta de badanas
se forja la lenidad de tu
alma
que pareces espiga dorada
florecida en la recostada y
tórrida sombra?
¡Ah, si pudiera presagiar
destino de tu paradero
que lleva la longitud de tu
paso abriendo brechas!
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