Tengo estos huesos
carcomidos de roedores.
Soy una balsa
improvisada en un mar rebelde
con ojos que han
visto tanto casi ausentes
y las sienes vacilantes de mordiscones.
Ah, que solo estoy
con la frente azotada
en la playa,
vagando en sombras,
golpeado con oscuras
cacerolas,
sartenes de mango y
hierro,
navajas cortantes.
Es mi terca
desgracia
que nada impetuosa
contra las vallas,
al vaivén acuático
de una tabla diminuta
tan pasmada como mis
pesares sin presagio,
nadie que no sea mi
morena
salvará mi naufragio
de las llamas.
Corre entre sus
cejas mi risa en abra,
tiene el alma
labrada que pretendo como adagio.
Recostado entre sus
piernas de helecho,
mis huesos
lastimados sanan con su badana.
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