Mundo
de homúnculos y pálidos hongos,
manos
sin conductor cerebro firman y especulan.
La
precisa pluma indecorosa mutila
la
imperfecta vida,
arrastra
sus horrores de montículo parásito.
El
hastío saluda amable en la mañana
y
del brazo de una plástica rama
pincha
el límite su rodilla explotada.
Setas
pútridas paren racimos y telarañas
al
unísono colapso del tiempo.
El
minuto sodomiza con su lengua prominente
la
oportunidad indiferente del humano
con
máscara y negros lentes.
Me
roza a mí ahora, a ti después, al otro luego...
No
hay pacifismo ni ruego
cuando
gira el tambor del revólver
con
su humo sin pólvora.
En
la cornisa del pedestre suicidio
la
ruleta rusa es un reloj asesino con escafandra.
Las
palmeras de la calle actúan
en
nuestra manipulada sombra,
como
actriz porno que filma su paga
en
la lengua insípida del celuloide sin placer.
Semeja
el cruce de aburridas veredas
con
automatismo de rutina al atardecer.
Los
huecos honores de la aleve penumbra
ultrajan
luces de rosas empaladas en las paredes
y
la noche de luna plateada
no
halla su lado rutilante de esperanza.
El
aire de las voces irritantes
expulsa
altiva su soberbia y
la
herrumbre orina el nido de los ojos sin culpa.
Al
entender el miedo se hace cobarde.
Mis
temblores y los tuyos
enmudecen
las piernas inmóviles
en
la piedra que escribe el instante perdido.
Yo
arrastro los sueños construidos
con
sus derrumbes de muro,
mi
alma explosiona su fractura en mil partes
y
del ladrillo no sobró ni el adobe del barro
que
intentó la cura extravagante
en
los oráculos irrisorios del mañana.
No
quiero seguir ocultándome
tras
antifaces medrosos…
Por
eso hoy atendí mis verdades de cara al espejo,
pronunció
certezas que aun no acepto.
Más
regule mis gestos de fiel amante a la vida,
la
ternura acomodó su sábana de lecho,
mi
paso ya pisado liberó su libre albedrío
cuando
luché desde lo diurno.
La
fuerza creció con una mano compartida.
Al
“primo” bostezo recuperé la concepción
de
tu humilde diamante
luego
de amarte tanto no pude despertar sin amarte.
Sepulte
del frío su gélido suficiente y
en
la ola de la uva madura
trepé
a su espuma de sal polinizada en tu aroma.
Entre
tú y yo... Entre ambos...
Abanicamos
el tiznón diario del vivir humano y
en
los sepulcros inherentes
quemamos
hongos hasta el hartazgo.
Como
los amantes vecinos de al lado.
Que
de tanto amarse,
del
moho no recuerdan ni su nombre/
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